Desde la mitad del siglo XIX, Bolivia y Paraguay se pelean por sus fronteras en la región del Gran Chaco. La región es caliente, desértica o pantanosa, y es habitada por algunas tribus indias nómadas. El principal interés que presenta este infierno verde inhospitalario es la presencia de posibles yacimientos de petróleo que codician la Standard Oil Company (por el lado boliviano) y la Royal Dutch Shell (por el lado paraguayo) desde 1920. Para establecer los limites de sus fronteras, Bolivia y Paraguay construyen una doble línea fortificada, con varias guarniciones militares posicionada en pequeños fuertes.
En la frontera, los incidentes son frecuentes, con ataques repetidos contra los fuertes de ambos lados. En 1928, los dos países están a punto de declararse la guerra.
En 1931, el presidente Daniel Salamanca llega al poder en Bolivia. El endurece la política para el Chaco con un aumento de los efectivos militares bolivianos sobre la línea de demarcación. En junio de 1932, una patrulla militar boliviana toma posesión del fuerte Carlos López situado en las orillas de la laguna Chuquisaca. Esta laguna representa un interés estratégico mayor porque es una de las únicas reservas de agua dulce en el corazón de esta inmensa región desértica. Este acontecimiento marca el principio de la escalada militar que llevó a los dos países a la guerra. Poco tiempo después, las tropas paraguayas vuelven a conquistar el fuerte, los bolivianos reaccionan atacando otros fuertes...
A pesar de la superioridad numérica, las fuerzas bolivianas no logran ganar la batalla. Las tropas paraguayas están acostumbradas a la hostilidad de este terreno y clima a la inversa de los soldados del altiplano.
El 14 de junio de 1935, Bolivia y Paraguay firman el armisticio de una guerra que costó la vida a 55000 bolivianos y 35000 paraguayos. Bolivia tiene que regalar tres cuartos del territorio del Chaco Boreal a Paraguay.
Como para la guerra del Pacifico, unas grandes compañías industriales extranjeras desestabilizaron una región frágil para satisfacer unos intereses económicos. La ironía de esta historia es que los grandes yacimientos petroleros tan codiciados en la región nunca jamás fueron descubiertos, a excepción de algunos posos de ambos lados de la frontera que siguen en explotación hoy en día.